Ofelia Zúccoli Fidanza, nacida en Calingasta en 1913, se erige como una de las grandes voces de la poesía argentina. Su obra, marcada por un profundo amor por la tierra y la cultura de su natal Cuyo, refleja la riqueza de sus paisajes y la esencia de su gente.
Cuando el Villicum se enciende y las calandrias se ahogan, cuando la sed de la acequia enloquece a las palomas – había poetizado Ofelia Zúccoli -, por el norte, tierra y fuego, ya viene soplando el Zonda.
Había nacido un 1 de abril de 1913 en Calingasta, patrona de las acequias, de las manzanas maduras y los racimos que sueñan. Su casa, que compartió con 10 hermanos, era de adobe… como nosotros, de tierra.
En Calingasta vivió hasta los 17 años, cuando partió para seguir sus estudios en Buenos Aires. Lejos de sus montañas y de sus valles, con el alma en el paisaje y el corazón desvelado, nunca olvidaría el suspiro de las hojas ni la dulce sonrisa de la escarcha.
El escritor, poeta y periodista Rufino Martínez definiría a la escritora sanjuanina como «un enclave de acequias y manzanos en el corazón del tango»: Boedo.
En Boedo, Ofelia armó su nido con quien tendría sus tres hijos y le legaría su segundo apellido al morir tempranamente: Amílcar Fidanza.
Muchos años después, a los 63 años, se casaría con el escritor Ricardo Molinari (87), con quien cultivaba una vieja amistad de colega, de más de cuatro décadas.
Discípula de Alfonsina Storni, de Jijena Sánchez y de Arturo Capdevila en el Conservatorio Nacional de Música y Declamación en sus primeros años en la Capital Federal antes de cursar Letras en la Universidad de Buenos Aires, llegaría a ser presidenta de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), la sociedad fundada por su maestra, Alfonsina Storni.
De su viaje iniciático por Nuestra América nació su primer libro de poemas: «Llegando al camino», editado en Chile. Allí conocería «la dimensión de América con sus lunas de piedra que yo en nuestro sueño he tenido en mis manos». Y allí también se comprometería con la Patrona de Calingasta: «Ahora soy yo, soy mi camino y mi río… te ruego que me devuelvas lo que amo; te lo pagaré con versos».
Poeta de raza, Ofelia fue autora de ocho libros de poemas: «Llegando al Camino» (1936), «Estas coplas de mujer» (1946), «Lecho de Tierra» (1948), «Pasión de viña» (1953), «Lagar de mi sangre» (1961), «Digo su nombre, Calingasta» (1974), «Rostro de tierra» (1981) y «Corazón encendido» (1986).
A su inspiración pertenecen también las letras de las canciones «Ya viene soplando el Zonda», «Madre yuyera», «Canción para Quinquela Martín» y «Pobrecita la Deolinda», que fueran musicalizadas por Hermes Vieyra e interpretadas por cantores populares como José Larralde y Las Voces Blancas.
Leopoldo Lugones, al comentar su primer libro, había presentido: «Esta criatura que es Ofelia Zúccoli trae la voz del espíritu atormentado por el ansia de volar… y volará alto». Y voló.
«Por su fidelidad a la tierra, con apego total, los pies en el suelo y el corazón en las estrellas», como diría León Benarós en el prólogo de «Rostro de la tierra» (1981), la poeta calingastina es considerada una de las grandes poetas argentinas, y sus libros de poemas han trascendido nuestras fronteras con su sello de origen.
El Jardín de los Poetas
Otra de sus grandes creaciones fue el Jardín de los Poetas, instalado en Rivadavia, en la puerta de la Quebrada del Zonda, que fuera inaugurado el 11 de abril de 1958. Por su trascendencia cultural, fue declarado por la Legislatura Provincial en 2016 (Ley Provincial Nº 571-F) «Bien Integrante del Patrimonio Cultural y Natural de la Provincia de San Juan» en carácter de Monumento Histórico Artístico.
Lugar sin igual por su concepción (desde una vista aérea se puede ver el escudo argentino), todavía no ha sido suficientemente valorado por los propios sanjuaninos. Ofelia gestionó la creación del parque poético ante el gobierno de facto local de esa época (1955 – 1958), pero al no conseguir por vía oficial su financiamiento, encargó en Buenos Aires los bustos de los poetas a los artistas amigos. Desinteresadamente, Quinquela Martín se hizo cargo de los costos del traslado a nuestra provincia. Por su parte, la Dirección de Parques y Paseos se encargó de seleccionar los lugares donde fueron colocados los primeros bustos, mientras que la Dirección de Turismo de la Provincia construyó los pedestales y confió la ubicación de los restantes bustos al artista Federico Blanco.
Mujer de «vida vigorosa», que supo cultivar «un país de amigos», sus contemporáneos la recordaban bailando un tango con Quinquela bajo el cielo de Caminito, charlando largamente con Marechal, discutiendo con Julia Prilutzky o amasando pasta y escribiendo en la cocina, en los domingos de madre viuda, rodeada de sus hijos.
Autora depuesta
En 1936 vería «enterrar los pies de la verdad» en el «encuentro de las ciudades escapadas del hombre», cuando «ellos tuvieron hambre y conocieron la desigualdad y el engaño». Sin embargo, ya podía entrever que «el hombre no había muerto», y que alguna vez su alma cortaría «la arteria del tiempo injusto».
«A veces me he preguntado –escribe en 1946- si algún sentido tendrá, esto de soñar despierta con sueños de los demás». De hecho, sabía la respuesta: «Cuántas cosas profundas comprende la mujer; aunque la vida no hable, ella sabe entender». Por eso advertía en «Coplas de Mujer» a quien quisiera escuchar: «No dejes que la razón por muy razón que sea te deforme el corazón».
«Después de ti, ninguna habrá más grande» afirmará al cumplirse el primer aniversario de la muerte de Evita («Redentora de Pueblos», Suplemento Dominical de La Prensa, 1953).
Autores como Juan José Hernández Arregui (1957), Arturo Jauretche (1969) y Fermín Chávez (1988) han coincidido en ubicar a Ofelia Zúccoli Fidanza entre los escritores, poetas e intelectuales «depuestos» por la «Revolución Libertadora» por pertenecer a esa generación que desde las letras acompañó al peronismo entre 1945 y 1955 (Tres de sus libros son de esa época).
Cabe recordar que en 1955 se organizaron comisiones investigadoras de los campos educativo y cultural para penalizar y proscribir a escritores y figuras del campo artístico que habían sostenido un compromiso social durante aquella década (Darío Pulper, 2016).
Ese lugar resulta un verdadero puesto de honor si pensamos que, en la larga lista de marginados de la cultura revanchista de la «Libertadora», se encontraban autores como Enrique Santos Discépolo, Homero Manzi, Leopoldo Marechal, María Granata, Nicolás Olivari, César Tiempo, León Benarós, Ángel Batisttesa, Julia Prilutsky Farny, Alfredo Terzaga, Elias Castelnuovo, Cátulo Castillo, Elbía Rosbaco de Marechal, Fermín Chávez, Orestes Di Lullo, Gustavo Martínez Zuviria, J.J. Hernández Arregui, Alberto Vacarezza, Manuel Ugarte, Nimio de Anquín, Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche, Ramón Doll, Oliverio Girondo, Diego Luis Molinari, Atilio García Mellid; juristas como Arturo Enrique Sampay; escritores populares como Claudio Martínez Payva y Hugo Wast; historiadores como Ernesto Palacio, Carlos Ibarguren, José María Rosa y Jorge Abelardo Ramos; y poetas, narradores, dramaturgos y ensayistas como José Luis Torres, José María Castiñeira de Dios, Manuel Gálvez, Osvaldo Guglielmino, Luis Alberto Murray, René Orsi, Enrique Pavón Pereyra, Rodolfo Puiggrós y Eduardo Astesano, entre muchos otros.
Prensa y folklore
Ofelia Zúccoli ejerció el periodismo, ganó premios y fue una de las fundadoras de APTRA. Así también, cumplió su sueño de ver editada una antología de Ricardo Molinari, su segundo marido.
Como periodista, colaboró en La Prensa (CGT), Clarín, Correo de la Tarde, Nosotros (junto a León Benarós, Juan Carlos Velázquez y Emma Felce) y en la revista Folklore. Desde el Nº45 (6/62) hasta el Nº99 (27/7/65) de «Folklore», tuvo a cargo una sección titulada «Libros y Autores». Desde el Nº82 su sección pasó a llamarse «Libros», con análisis de algunos títulos, anuncios de textos recibidos y otros comentarios relacionados con el mundo literario. A partir del Número 100, cuando asume la Dirección Félix Luna, su sección desaparece.
En diciembre de 1965 encontramos a Ofelia como jefa de Redacción en el proyecto editorial que retoma Julio Marbiz con el título de Revista «Folklore Argentino». Según el decir de Ofelia, la revista abarcaba a través de sus páginas «un país en profundidad´», lo que le dejó una experiencia total y vigorosa como persona y escritora. Pensaba que había que «hacer pie en las mejores tradiciones, colmando de nuevas expresiones nuestro folklore… en este inmenso escenario de soledad y futuro que es la Argentina».
La vuelta al terruño
Tenía 93 años. Fiel al amor, a la tierra y al paisaje que encendió su vida, como ella había querido –»renacer en árbol, conocer su delirio, su esperanza, la arrebatada transparencia verde que estaba en su corazón»-, fue replantada para siempre en Calingasta.
Desde 2011, su busto, esculpido por una de sus nietas, hoy nos mira de frente con sus ojos grandes en el Jardín de los Poetas, ese escudo de piedra y vegetación que ella misma ideó para contemplar, desde las privilegiadas ventanas de la inmortalidad, las interminables tertulias con sus colegas.
Había sido camino… memoria de andar soñando…, que quería sentirse para sentir que sentía. Y le había costado una vida – como ella supuso – haber cantado de frente.
Consustanciada para siempre con su tierra de Cuyo, su alma cantaría desde la sangre espesa del racimo… a la diestra del Zonda y de la montaña… frente a la capilla donde había nacido…, donde Dios se detuvo alguna vez para llenarle el alma de poesía.
Por Diario Revolución Calingasta con información de El Zonda.