A 45 años del comienzo del Mundial ‘78, el campeonato que le permitió al mundo conocer los crímenes de la dictadura militar

El 1° de junio de 1978 comenzó la única Copa del Mundo celebrada en el país. Ese mismo día, la televisión holandesa se hizo eco del reclamo de las Madres de Plaza de Mayo: las denuncias de desapariciones y violaciones de derechos humanos recorrieron el mundo.

Eduardo Emilio Massera, Joao Havelange (presidente de la FIFA) y Jorge Rafael Videla en la inauguración de la competencia en el palco del estadio Monumental (DyN)Eduardo Emilio Massera, Joao Havelange (presidente de la FIFA) y Jorge Rafael Videla en la inauguración de la competencia en el palco del estadio Monumental

Hacia mediados de 1978, la imagen internacional de la dictadura militar argentina en el poder se deterioraba progresivamente. Se distribuía por el mundo la evidencia de lo que en el país se pretendía ocultar. Del otro lado del Atlántico, los testimonios de exiliados y familiares de secuestrados aparecían como un obstáculo difícil de salvar para obtener los préstamos que requería el proyecto económico de la Junta Militar, cuya cabeza visible era el ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz. La desaparición de personas y la violación de los derechos humanos ya era una realidad evidente, corporizada en los exiliados que llegaban a las capitales europeas y las denuncias presentadas por ciudadanos franceses, españoles e italianos radicados en el país.

Ante esa evidencia, a la Junta Militar le quedaba una carta fuerte por apostar: celebrar la realización del Campeonato Mundial de Fútbol de 1978, que le permitiría mostrar la ficción de un país que vivía en paz y con orden. En los meses previos a su inicio, la dictadura parecía ganar la batalla: la campaña de boicot al Mundial realizada por organismos de derechos humanos y de solidaridad no logró su objetivo de que una o varias selecciones se negaran a participar.

Pero esa ilusión duró solamente hasta el día mismo del inicio del torneo. El 1° de junio de 1978, hace exactamente 45 años, mientras se desarrollaba la fiesta inaugural -transmitida vía satélite a todo el mundo-, las Madres de Plaza de Mayo decidieron que, aunque lo hicieran en soledad, realizarían su marcha de los jueves reclamando la aparición con vida de sus hijos desaparecidos.

Ese día, la televisión holandesa tomó una decisión que cambiaría la historia y sería un factor decisivo para golpear la imagen de la dictadura. El equipo periodístico que había viajado a la Argentina resolvió transmitir por satélite, simultáneamente, la ceremonia inaugural en el Monumental y la ronda de las Madres. A pantalla partida. Esa imagen llegó primero a Holanda y luego al resto del mundo.

Una de las entrevistas realizadas y transmitidas en directo dejó en claro lo que estaba sucediendo en la Argentina: “Nosotras queremos saber dónde están nuestros hijos. Vivos o muertos. Dicen que los argentinos que están en el exterior dan una imagen falsa del país. Nosotras que somos argentinas, que vivimos en Argentina, le podemos asegurar que hay miles y miles de hogares sufriendo mucho dolor, mucha angustia, mucha desesperación y tristeza. Porque no nos dicen dónde están nuestros hijos, no sabemos nada de ellos. Nos han quitado lo más preciado. Angustia porque no sabemos si están enfermos, si tienen hambre, si tienen frío. Y desesperación porque no sabemos a quién recurrir. Por eso les rogamos a ustedes. Son nuestra última esperanza. Por favor. ¡Ayúdennos! ¡Ayúdennos, por favor!”, dijo una de las Madres frente a la cámara.

La dictadura instalada en la Argentina el 24 de marzo de 1976 cumplía apenas tres meses en el poder cuando la repercusión internacional de secuestros y asesinatos incomodó las entrañas del gobierno de facto. Frente al aluvión que ponía en jaque su pretendida legitimidad, los primeros días de junio de 1976 la Cancillería esbozó dos estrategias: en primer lugar, comenzar a calificar a las denuncias como parte de una “campaña antiargentina” llevada adelante por “la subversión internacional”; y, en segundo término, buscar el consejo y el apoyo del secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger.

"Festejo infausto": el nombre de la emblemática foto en la que Emilio Eduardo Massera, Jorge Rafael Videla y Orlando Ramón Agosti festejan un gol en la final entre Argentina y Holanda«Festejo infausto»: el nombre de la emblemática foto en la que Emilio Eduardo Massera, Jorge Rafael Videla y Orlando Ramón Agosti festejan un gol en la final entre Argentina y Holanda

Jorge Rafael Videla, la Copa del Mundo, el capitán Daniel Passarella de espalda con la 19 y Osvaldo Ardiles con el número 2 luego de ganarle la final a HolandaJorge Rafael Videla, la Copa del Mundo, el capitán Daniel Passarella de espalda con la 19 y Osvaldo Ardiles con el número 2 luego de ganarle la final a Holanda

El Centro Piloto de Massera

Las denuncias se incrementaban al ritmo que las víctimas aumentaban y las respuestas de la dictadura no conformaban a nadie. En el seno de la Junta Militar las diferencias sobre cómo abordar el tema eran evidentes: había videlistas y masseristas, quizás algunos pretendían ampararse en que solo eran “personal de carrera”.

Para 1977, Massera y el staff de la ESMA –convertido en uno de los mayores centros clandestinos de detención- decidió jugar una carta propia. Como se dijo más arriba, la Armada se había quedado con el Ministerio de Relaciones Exteriores en el momento de repartir carteras una vez consumado el golpe. Podía manejarlo a voluntad.

En mayo de ese 1977, Massera puso al frente del Palacio San Martín al vicealmirante Oscar Montes, en reemplazo de Guzzetti, que había sido gravemente herido en un atentado. Montes no era un militar cualquiera; hasta ese momento había sido el jefe del Grupo de Tareas 3.3.2, asentado precisamente en la ESMA, una pieza clave de la represión ilegal.

De ese modo, Montes ponía en marcha un plan que combinaba las acciones de contra-propaganda internacional a favor de la dictadura con tareas secretas de inteligencia e, incluso, represivas en Europa.

Una de las primeras instrucciones de Massera a Montes, a dos meses de asumir, fue crear un Departamento de Prensa en la Cancillería destinado a establecer las tareas que debía cumplir el personal diplomático en el exterior. El grado de perversión de Massera no tenía límites: algunos de los detenidos y sometidos a la esclavitud o la muerte, eran llevados a prestar funciones –secundarias- en esa estructura.

Una serie de documentos desclasificados por la Cancillería en 2014, indican que esa oficina tenía que “transmitir informaciones favorables” y contrarrestar la actividad de los exiliados que denunciaban las desapariciones. También debían “contactar periodistas” -y comprarlos- en los diferentes países para influir en la difusión a favor de la dictadura.

Una imagen emblemática del título argentino: un oficial militar le saca la Copa del Mundo al capitán argentino Daniel PassarelllaUna imagen emblemática del título argentino: un oficial militar le saca la Copa del Mundo al capitán argentino Daniel Passarellla

Operaciones de prensa

Carlos Gabetta, periodista argentino exiliado en París, recuerda: “Cuando recibíamos algún cable que fuera incómodo para la dictadura, el jefe de turno de la agencia France Press, Alberto Carbone, decía directamente ‘a la poubelle’ (tacho de basura). Es decir, cuando un corresponsal enviaba información incómoda para la dictadura, el Servicio para América Latina no lo incluía entre los cables a los medios abonados, cosa que no sucedía con los servicios de otras regiones”.

Eso costaba dinero. Hasta ese momento, el área de Prensa de Cancillería recibía la magra cifra de 20 mil dólares, mientras que con la asunción de Montes ese 1977 el monto subió cuarenta veces: pasó a recibir 832 mil dólares.

Ese dinero no solo era para, eventualmente, “seducir periodistas”, sino para apoyar a otros marinos que reportaron en la ESMA con Montes y que viajaban con identidad fraguada para hacer inteligencia en países europeos. Los documentos falsos que usaban se confeccionaban en las mismas mazmorras de la ESMA. La base de operaciones de los marinos, conocida como “El Centro Piloto”, estaba en la propia Embajada Argentina en París.

Al gol en contra de la dictadura con el Mundial ‘78 y el rebote mundial del reclamo de las Madres de Plaza de Mayo en simultáneo al puntapié inicial del campeonato le siguió una misión internacional. El 6 de septiembre de 1979, una comitiva de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) visitó el país y recogió centenares de denuncias de crímenes de lesa humanidad cometidos por la dictadura. Para entonces ya a nadie creía en “la campaña antiargentina” de la que hablaba la Junta Militar.

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