Se cumplen 55 años del «Mayo Francés»

El 2 de mayo los estudiantes de la Universidad de Nanterre marcharon hacia la Plaza de la Sorbona para apoyar a ocho compañeros que habían sido detenidos en una toma. Los combates callejeros hicieron tambalear al gobierno de De Gaulle. Las consignas que hicieron historia.

"La fuerza de nuestro movimiento reside precisamente en que se apoya en una espontaneidad incontrolable", le responde Daniel Cohn-Bendit a Sartre«La fuerza de nuestro movimiento reside precisamente en que se apoya en una espontaneidad incontrolable», le responde Daniel Cohn-Bendit a Sartre

-A ustedes les reprochan que no buscan elaborar un programa, sino que quieren “destruirlo todo” sin saber, o en todo caso sin decir, lo que quieren colocar en logar de lo que derrumban – dice Jean Paul Sartre y en su decir hay una pregunta.

-¡Claro! Todo el mundo se tranquilizaría si fundáramos un partido anunciando: “Toda esta gente está con nosotros. Aquí están nuestros objetivos y el modo como pensamos lograrlos…” Se sabría a qué atenerse y por lo tanto la forma de anularnos. Ya no se estaría frente a “la anarquía”, el “desorden”, la “efervescencia incontrolable”. La fuerza de nuestro movimiento reside precisamente en que se apoya en una espontaneidad “incontrolable”, que da el impulso sin pretender canalizar o sacar provecho de la acción que ha desencadenado – le responde Daniel Cohn-Bendit.

Corre mayo de 1968 y la charla entre el filósofo de 64 años y el estudiante de solo 23 a quien en las calles y también en las comisarías de Paris todos conocen como Dany “Le Rouge” (Dany “El Rojo”) transcurre durante una pausa entre dos manifestaciones, en un momento de calma entre dos enfrentamientos violentos con la policía, entre dos pintadas de consignas.

El escritor Sartre participó en forma activa del Mayo FrancésEl escritor Sartre participó en forma activa del Mayo Francés

Combates en las calles de París

Porque Sartre y Cohn-Bendit no solo se encuentran en las charlas públicas donde tratan de pensar lo que está pasando, sino también en las calles de Paris, donde se puede ver al profesor existencialista gritando consignas con un megáfono y al joven fundador del Movimiento “22 de marzo” en las barricadas, lanzando una molotov o enfrentando a la policía con un adoquín en la mano.

París arde. Los combates callejeros disputan territorio metro por metro. Los estudiantes – a quienes también se han sumado obreros y otros ciudadanos – avanzan y la policía se repliega a los cuarteles y las comisarías para reaprovisionarse y volver a la carga.

La participación obrera en una protesta que nació estudiantil sorprende por lo inédita. “Ha habido, en realidad, tres etapas. Primero la desconfianza franca, no sólo de la prensa obrera sino del medio obrero. Decían: ‘¿Qué quieren esos nenes de papá que vienen a fastidiarnos?’. Y más tarde, después de los combates en la calle, después de la lucha de los estudiantes contra los policías, ese sentimiento ha desaparecido y la solidaridad se vuelve efectiva”, le dice Dany “El Rojo” a Sartre.

El gobierno conservador del héroe de guerra y libertador de Francia Charles De Gaulle se tambalea. Las fábricas y las universidades están tomadas, los ferrocarriles no funcionan, hay cortes de ruta que impiden el abastecimiento. Hay cerca de diez millones de obreros en huelga.

Todo es violento e incierto en la Paris de mayo del 68.

Las imagen de un enfrentamiento entre la policía y los estudiantes durante el Mayo Francés  (Foto AFP)Las imagen de un enfrentamiento entre la policía y los estudiantes durante el Mayo Francés

Las consignas del Mayo francés

Las paredes de la rebelión hablan con pintadas y consignas que quedarán inscriptas en la historia: “La imaginación al poder”, grita una de ellas; “Prohibido prohibir”, exige otra.

“Nosotros somos el poder”, se lee en un afiche donde se pueden distinguir siluetas sin rostro – las de los anónimos – de obreros y estudiantes.

Otro ridiculiza un reclamo del gobierno: “Vuelta a la normalidad”, dice y las palabras están acompañadas por una ilustración que representa una manada de ovejas.

“Seamos realistas, pidamos lo imposible”, “Rompamos los viejos engranajes”, “Prensa. No consumir”, “Debajo del pavimento está la playa”, “Hagamos el amor, no la guerra”.

Es cierto que las paredes de Paris hablan.

Las paredes de la rebelión hablan con pintadas y consignas que quedarán inscriptas en la historia: “La imaginación al poder”, grita una de ellas; “Prohibido prohibir”, exige otra (AFP)Las paredes de la rebelión hablan con pintadas y consignas que quedarán inscriptas en la historia: “La imaginación al poder”, grita una de ellas; “Prohibido prohibir”, exige otra

Una Francia dividida

1968 sería un año bisagra y también violento. En agosto, las tropas del Pacto de Varsovia aplastarían la Primavera de Praga y el mundo se horrorizaría, en el enero siguiente con la imagen del estudiante Jan Palach quemándose a lo bonzo en la Plaza Wenceslao como protesta contra la invasión.

En octubre, el suelo de la Plaza de Tlatelolco, en México, se regaría con la sangre de cientos de personas – en su mayoría estudiantes – caídos bajo las balas de la policía y el ejército.

Nada de eso había ocurrido todavía en mayo, mientras la olla de la rebelión popular se caldeaba en una Francia convulsionada y dividida por posiciones encontradas sobre el proceso de descolonización de Argelia – que había obtenido su independencia en 1962, y por la Guerra de Vietnam, un conflicto que continuaba con tropas norteamericanas después de la retirada francesa de Indochina y que generaba el surgimiento de movimientos antibélicos en casi toda Europa occidental.

El movimiento estudiantil se venía radicalizando desde hacía tiempo, con el surgimiento de corrientes antiimperialistas, anticapitalistas, neomarxistas, troskistas, castristas, maoístas, e incluso estructuralistas y freudianas.

La clase obrera protestaba, aunque todavía tibiamente y a través de as centrales sindicales, por su exclusión en los beneficios del potente desarrollo económico europeo de la posguerra. “Menos trabajo y más salario” era una de las banderas que se enarbolaban.

La policía los reprimió cuando concentraban en la Plaza de la Sorbona y eso encendió la mecha de una verdadera batalla callejera que se prolongaría durante más de un mes (Getty)La policía los reprimió cuando concentraban en la Plaza de la Sorbona y eso encendió la mecha de una verdadera batalla callejera que se prolongaría durante más de un mes

En ese contexto explotó el Mayo Francés, cuyo inicio podría fijarse de manera caprichosa el 2 de mayo con la toma de la Universidad de Nanterre por parte de los estudiantes encabezados por Daniel Cohn-Bendit, pero que en realidad venía gestándose desde hacía meses.

En enero, durante la inauguración de la pileta de natación de la Universidad de Nanterre, un grupo de estudiantes le reprochó al ministro de Juventud y Deporte del gobierno gaullista, François Missoffe, por la prohibición de circular libremente por los dormitorios debido a la separación entre hombres y mujeres.

El vocero de la protesta fue Cohn-Bendit, que le reprochó al ministro que no tuvieran en cuenta los problemas y necesidades sexuales de los jóvenes. Missoffe le contestó de manera provocadora, diciéndole que si tenía problemas sexuales se enfriara tirándose a la pileta que acababa de inaugurar.

“Es lo que solían decir las juventudes hitlerianas”, le retrucó el estudiante pelirrojo al que pronto se empezaría a conocer como Dany “El Rojo”.

Lo que pareció quedar en el terreno de la anécdota tomó otra envergadura cuando, frente a la falta de respuesta de las autoridades, los estudiantes tomaron la Universidad el 22 de marzo. La protesta contra el régimen al que los sometía la reglamentación universitaria sumó entonces consignas políticas contra la guerra de Vietnam y el imperialismo norteamericano.

El movimiento estudiantil se venía radicalizando desde hacía tiempo, con el surgimiento de corrientes antiimperialistas, anticapitalistas, neomarxistas, troskistas, castristas, maoístas, e incluso estructuralistas y freudianas (AFP)El movimiento estudiantil se venía radicalizando desde hacía tiempo, con el surgimiento de corrientes antiimperialistas, anticapitalistas, neomarxistas, troskistas, castristas, maoístas, e incluso estructuralistas y freudianas

La toma fue sofocada en un día y Dany “El Rojo” y otros siete estudiantes fueron detenidos. Los liberaron a las pocas horas, pero los citaron a declarar ante la justicia, en Paris, para el 3 de mayo.

La chispa que encendió el Mayo Francés

El 2 de mayo, un numeroso grupo de estudiantes de Nanterre comenzó a marchar hacia París para apoyar a sus compañeros procesados. Los estudiantes de la Sorbona salieron a la calle para acompañarlos en la protesta.

Al día siguiente, la policía los reprimió cuando concentraban en la Plaza de la Sorbona y eso encendió la mecha de una verdadera batalla callejera que se prolongaría durante más de un mes.

El lunes 6 de mayo los “ocho de Nanterre” volvieron a declarar, esta vez ante el Comité de Disciplina de la Universidad. A su salida se realizó una nueva manifestación que concluyó con grandes enfrentamientos entre estudiantes y policías en las barricadas levantadas en el Barrio Latino.

La violencia de la policía provocó un sentimiento de solidaridad entre la mayor parte de la sociedad francesa (un 61% de los franceses simpatizaban en esos momentos con los estudiantes). Al día siguiente, los manifestantes avanzaron y llegaron cerca de los Campos Elíseos, hasta que la policía los hizo retroceder.

No había mujeres entre las líderes del movimiento, pero su participación fue central (Getty)No había mujeres entre las líderes del movimiento, pero su participación fue central

El momento más alto de los enfrentamientos llegó la noche del 10 de mayo, que pasaría a la historia como “la noche de las barricadas”, cuando hubo cientos de heridos entre policías, guardias de infantería y manifestantes. Al día siguiente, París amaneció con sus calles plagadas de autos quemados y un despliegue impresionante de carros blindados para reprimir cualquier intento de manifestar.

Hasta ese momento, los obreros franceses habían mirado con desconfianza las protestas de los estudiantes, a lo que los dirigentes sindicales consideraban “nenes y nenas de papá”, pero la situación cambió cuando vieron la oportunidad de sumarse a la lucha para obtener sus propias reivindicaciones.

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